Obstáculos a la reinserción de los condenados
Casi 700.000 personas salen cada año de las prisiones estadounidenses, y unos 9 millones de la cárcel. Según el Instituto Nacional de Justicia, casi dos tercios de estas personas vuelven a ser detenidas en un plazo de tres años. Tras su puesta en libertad, los ex presidiarios se enfrentan a numerosos retos cuando intentan reintegrarse en la sociedad. A menudo se les priva de derechos, tienen un acceso limitado a la educación, se enfrentan a escasas oportunidades de empleo y no pueden optar a prestaciones públicas, vivienda y préstamos estudiantiles. Estas barreras afectan gravemente a millones de familias estadounidenses y hacen casi imposible que los que vuelven a casa se conviertan en los ciudadanos comprometidos y responsables que la sociedad espera que sean.
Entre las barreras clave para el éxito de la reinserción se incluyen:
Vivienda y personas sin hogar
La inseguridad de la vivienda y la falta de hogar son problemas críticos para quienes están implicados en el sistema de justicia penal. La escasez de viviendas asequibles en todo el país afecta de forma desproporcionada a las personas con antecedentes penales, lo que a menudo provoca retrasos en la puesta en libertad y mayores índices de personas sin hogar. Las personas excarceladas tienen casi diez veces más probabilidades de quedarse sin hogar, y las que han sido encarceladas varias veces corren un riesgo aún mayor. Una vivienda estable es crucial para reducir la reincidencia, pero los programas federales de ayuda a la vivienda suelen ser inaccesibles para quienes tienen antecedentes penales, y algunas políticas restringen injustamente la vivienda en función de los antecedentes penales, lo que complica aún más la reinserción.
Empleo
El empleo es un factor crítico para reintegrar con éxito a las personas que salen de prisión. Sin embargo, más del 90% de las empresas utilizan la comprobación de antecedentes, lo que dificulta que uno de cada tres adultos con antecedentes penales encuentre trabajo. Aunque muchos estados y grandes empresas han adoptado políticas de «prohibición de la caja» y de oportunidad justa, siguen existiendo barreras. Además, las restricciones a la concesión de licencias profesionales y las prohibiciones federales de empleo limitan aún más las oportunidades de empleo de las personas con antecedentes penales, lo que a menudo se traduce en menores ingresos y en un aumento de la reincidencia. Las prolongadas condiciones de supervisión comunitaria también restringen las perspectivas laborales, obligando a los individuos a aceptar el empleo disponible en lugar de buscar la estabilidad a largo plazo.
Obstáculos a la educación
Los ex reclusos se enfrentan a importantes barreras para acceder a la educación, ya que tienen casi el doble de probabilidades de carecer de un diploma de enseñanza secundaria y ocho veces menos probabilidades de terminar la universidad en comparación con el público en general. Muchos centros penitenciarios carecen de la infraestructura necesaria para una educación a distancia eficaz, lo que provoca la interrupción de los programas. Tras su puesta en libertad, los ex reclusos suelen tener un acceso limitado a la tecnología y a la alfabetización digital, lo que dificulta aún más su capacidad para buscar oportunidades educativas.
Necesidades de atención sanitaria
Los ex delincuentes se encuentran con numerosas barreras sanitarias al salir de la cárcel. Las tasas de mortalidad más elevadas y el acceso deficiente a la asistencia sanitaria no son inusuales, aunque Medicaid parece desempeñar un papel importante en el éxito de la transición tras la excarcelación. Así, aumentar el acceso a Medicaid puede reducir la reincidencia en un 11 Un 5% en el primer año y sólo un 2% en el segundo. Sin embargo, debido a la política de «exclusión de reclusos de Medicaid», es difícil acceder a la cobertura durante el encarcelamiento, y muchos centros de detención no disponen de procedimientos para inscribir a los individuos en la asistencia sanitaria posterior a la puesta en libertad. Tras la puesta en libertad, es posible que los individuos no puedan mantener sus prestaciones de Medicaid que, en cualquier caso, suelen retrasarse. Como se ha descubierto que aproximadamente dos tercios de la población reclusa de Estados Unidos padece trastornos por consumo de sustancias, mantener la continuidad de la asistencia es esencial para evitar recaídas y nuevos encarcelamientos.
Inseguridad alimentaria
La inseguridad alimentaria es un problema importante para los excarcelados, ya que el 91% afirma tener un acceso inadecuado a los alimentos. Normativas como el SNAP y el TANF restringen a menudo las prestaciones en función de los antecedentes penales, dejando a muchos dependientes de la menguante ayuda de la comunidad. Las personas encarceladas durante más de 30 días no pueden acceder a las prestaciones del SNAP, aunque algunos estados permiten la tramitación previa a la puesta en libertad. La Ley de Responsabilidad Personal y Reconciliación de Oportunidades Laborales de 1996 también limita el acceso al SNAP a quienes han sido condenados por delitos de drogas, lo que afecta desproporcionadamente a las mujeres y las familias. Además, los requisitos laborales del SNAP perjudican aún más a las personas excarceladas, complicando su capacidad para conseguir una alimentación adecuada.
Barreras de reincorporación específicas de los veteranos
Los veteranos, que constituyen aproximadamente el 8% de la población carcelaria y penitenciaria, se enfrentan a retos de reinserción únicos. A menudo necesitan un amplio tratamiento médico, de salud mental y por consumo de sustancias, debido al trauma del servicio militar. Muchos luchan también contra problemas psicosociales y la falta de vivienda. Además, algunos no pueden optar a los servicios de la VA debido a su estado de baja.
Abordar los retos a los que se enfrentan los ex delincuentes requiere cambios sistémicos y de base. A nivel sistémico, movimientos como «Ban the Box» pretenden eliminar el requisito de que los solicitantes revelen sus antecedentes penales en las solicitudes de empleo para promover la equidad en el proceso de contratación.
Los esfuerzos de base incluyen: El Proyecto Universitario de Prisiones,una organización sin ánimo de lucro que proporciona clases universitarias a los presos y luego empleo tras su puesta en libertad, y el Programa Ride Home de California, que ayuda a los presos a encontrar transporte a casa tras ser puestos en libertad.